Mi nombre es Laura Herreros y esta es la historia de cómo pasé de rechazar por completo el mundo del multinivel a comprenderlo desde otra mirada, gracias al proyecto de OBEN Nutrition y al liderazgo de Miriam Rangel.
De niña acompañaba a mis padres a reuniones de empresas de venta directa. Recuerdo hoteles llenos de gente que se abrazaba sin conocerse, pizarras, sueños dibujados con rotulador y cafés tibios en vasos de plástico. Crecí escuchando palabras como “libertad”, “esfuerzo” y “oportunidad”. Para muchos, aquellos encuentros eran negocio; para mí, eran familia.
Sin embargo, al llegar la adolescencia, apareció la distancia. Empecé a cuestionar todo. Me molestaban los discursos motivadores, los aplausos colectivos, las promesas. Dejé de ir a los eventos. Me convertí en esa pequeña piedra en el zapato: no frenaba, pero incomodaba. No creía en ese sistema, aunque mis padres seguían adelante con fe silenciosa.
Pasaron los años. Estudié, trabajé, crecí. Y el mundo del multinivel quedó guardado en un rincón de la memoria, entre la nostalgia y el rechazo. Hasta que escuché un nombre: Miriam Rangel. La escuche casi por compromiso, sin expectativas. Pero algo cambió.
Miriam no hablaba desde la venta, sino desde la coherencia. Presentó OBEN como un proyecto basado en salud, comunidad y disciplina. No prometió milagros, sino trabajo. No habló de seguidores, sino de personas. Y en su discurso no escuché propaganda, sino verdad.
Esa tarde recordé a la niña sentada junto a sus padres, mirando un escenario con los ojos llenos de curiosidad. No era nostalgia: era reconocimiento. Comprendí que el problema no era el modelo, sino lo que yo creía que representaba.
De forma gradual, volví a acercarme a este mundo. Observé historias reales: gente que mejora su salud, que encuentra apoyo, que trabaja con constancia. OBEN no se presenta como salvación, sino como herramienta. No exige fe ciega, sino compromiso consciente. Y eso hizo que volviera a confiar.
Hoy no digo que el multinivel sea perfecto. No lo idealizo ni lo rechazo. Simplemente lo miro de frente. Creo en proyectos que respetan a las personas, no en promesas vacías. Confío en líderes que inspiran sin imponer. Y en ese camino, OBEN y Miriam han demostrado que se puede construir una comunidad sin perder la humanidad.
Esta no es una historia de éxito repentino. Es una crónica de reconciliación. De cómo una niña que soñaba, una adolescente que rechazaba y una adulta que observa han aprendido a convivir en una sola voz. Porque no se trata de vender, sino de comprender. No se trata de convencer al mundo, sino de recuperar la confianza sin perder la razón.